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Por un frente único proletario de lucha
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Debido a la torpeza y lentitud que supone realizar una comunicación y discusión en el formato 'blog', hemos decidido trasladar este tinglado al formato foro, más ordenado y claro.
La economía capitalista, que en todas partes se fundamenta en la separación entre trabajo asalariado y capital y en la competencia entre los trabajadores, en cada lugar se desenvuelve en condiciones particulares y adquiere tintes específicos, dependiendo del desarrollo histórico. En España, la burguesía no logró asentar las bases para el progreso adecuado de una sociedad capitalista hasta la década de 1970, después de que la dictadura le despejara el camino a derecha e izquierda. El desarrollo económico del país había avanzado lo suficiente como para que la crisis de aquellos años provocara los mismos problemas que a las naciones vecinas, aunque con menor intensidad. Así pues antes de salir de la transición la burguesía española tuvo que ver como su sector industrial, al que había estado viendo crecer los últimos años con la ilusión de una madre primeriza, envejecía prematuramente. Tradicionalmente carente de iniciativa, estas trabas en sus negocios, que el resto de potencias industriales querían superar con el desarrollo tecnológico, le sirvieron a la burguesía española como excusa para empezar a desviar sus capitales hacia la propiedad inmueble, negocio que por lo demás llevaba varias décadas viendo que reportaba mayores y más seguros beneficios.
Este cambio de orientación de la economía en nuestro país, en la que la construcción y el turismo adquieren una importancia desproporcionada para una nación cuyos políticos se esfuerzan en demostrar que está en los puestos cabeza de la economía mundial, ha influido de manera decisiva en el continuo e intenso incremento del precio de la vivienda en los últimos años, causando un empobrecimiento proporcional de los trabajadores. (Texto íntegro en "Textos adjuntos").
Donde no hay teoría revolucionaria no puede existir práctica revolucionaria. Ante esta ausencia, cualquier idea mediocre cubierta con el lenguaje apropiado, al no encontrar oponente, puede pasar por una verdad novedosa a los ojos de aquellos que aspiran a cambiar el mundo sin conocerlo bien primero, con todo el peligro que eso supone. Este es el caso, a mi juicio, del pensamiento de Miguel Amorós, ampliamente difundido por todo el país en libros y folletos. Lo que aquí se pretende es precisamente demostrar que su crítica no sólo no es revolucionaria, sino que carece además de un análisis histórico sólido, piedra angular de toda crítica revolucionaria al capitalismo; para ello se va a someter a un ligero estudio el texto ¿Dónde estamos? Contribución al esclarecimiento de algunos aspectos de la acción durante los malos tiempos (1998), que, a pesar de su antigüedad, contiene ya las directrices básicas de su teoría, a saber, “la disolución del proletariado como clase social” y lo que llama “la autonomía de la técnica”. No pienso que sea muy riguroso considerar el contenido del texto a la luz de las tareas a las que aspira en su título. (Texto íntegro en "Textos adjuntos").
"La nacionalidad del obrero no es francesa, ni inglesa, ni alemana; es el trabajo, la esclavitud libre, la venta de sí mismo. Su gobierno no es francés, ni inglés, ni alemán, es el capital. Su atmósfera natal no es francesa, ni inglesa, ni alemana, es la de la fábrica. El único suelo que le pertenece de verdad no es ni el francés, ni el inglés, ni el alemán, es el que está a algunos metros bajo tierra".
Bajo una pretendida extensión de los "derechos", en verdad asistimos a un proceso destinado a irlos eliminando. De la reivindicación de los "derechos civiles", hemos pasado a la reivindicación de los derechos "morales". Lo cual, con el tiempo, esto pueda llegar a conducir en un futuro (quizá, o no quizá, no muy lejano) a: no hay derechos. Ya que cada grupo social, cada 'estamento', se querrá regir por sus propias leyes, con sus derechos exclusivos a imponer al resto de la sociedad.
¿Es el multiculturalismo un ejemplo de 'tolerancia democrática'? ¿O más bien un ejemplo de 'dictadura cultural' maquillada de progresismo?
El gobierno del PSOE va a imponer en breve una nueva reforma laboral, encaminándola a reorganizar el mercado de trabajo de acuerdo con una alarmante necesidad de hacer aumentar la productividad media del capital español. Es sabido que las reformas laborales más virulentas sólo las puede llevar a cabo la izquierda y, en esta tónica, el gobierno de Zapatero ha amenazado incluso con llevarla a cabo por encima de los sindicatos vendidos, que habitualmente pactan lo que les echen.
El comercio, tráfico y trasvase de mercancías-personas entre países o zonas desde un punto de vista de clase.